¿Y si utilizamos la última tecnología para ayudar a los niños más vulnerables?
Pepo Jiménez.
Martín pasa sus últimos días enganchado a un gotero en el Hospital Morales Meseguer de Murcia. Una enfermedad crónica parece que viene a ganarle la batalla. Martín lo sabe, pero está tranquilo y pasa el tiempo en el centro con Cerina, una amiga de toda la vida que viene a recordar viejas historias y batallas vividas juntos:
—¿Recuerdas las comilonas que nos dábamos en Cervecería Ana Belén de Las Torres de Cotillas?, le dice Cerina a su amigo.
—¡Quién pudiera!, le responde Martín con infinita nostalgia.
Aquel deseo tan sencillo como imposible se convirtió en realidad poco después gracias a Carolina Cánovas, uno de los cuatro ‘ángeles azules’ de La Ambulancia del Deseo, la fundación que permite a enfermos terminales, personas con gran discapacidad o mayores con poca movilidad cumplir esos pequeños sueños que multiplican su valor cuando nos falta la salud o la movilidad.
—¡Nos vamos a tomar esa mariscada a la cervecería de tu vida, Martín!, le dijo Carolina.
Cuenta Carolina, que después de 200 deseos cumplidos en estos 4 años, el de Martín es el que recuerda con más emoción. Martín soñaba con la sencillez de un buen plato de gambas y luego poder echarse una siesta en su sofá junto a la mesa de camilla y el brasero en su casa. Los médicos informaron a Carolina que era muy probable que el estómago del paciente no tolerase sólidos. Pero después de la mariscada vino un chuletón y luego el postre y luego la siestecita en casa al calor de sus recuerdos.
“Nos echamos un poquito hacia atrás, dejamos a Martín esa media horita en su sofá. Nos bajamos a la calle y estuvimos hablando de cómo algo tan sencillo, o sea, tan pequeño, estar en tu sofá y dormir la siesta… Fue maravilloso”, recuerda Carolina.
Martín era feliz, Cerina era feliz, Carolina era feliz.
Humanidad compartida.
“Al final cada deseo se convierte en una pequeña fiesta. Es un momento mágico, que ves disfrutar al paciente, disfrutar a los familiares. La gente, aunque parezca mentira, está siempre sonriendo. Son felices porque están logrando la voluntad de ese paciente”, nos recuerda José Manuel Salas, médico en el 061 de Murcia y otro de los fundadores de la Ambulancia del Deseo, este grupo de ‘ángeles’ que trata de alcanzar la felicidad con el trabajo sencillo de los pequeños detalles.
Una de las ambulancias de la Fundación Ambulancia del Deseo. Pepo Jiménez.El proyecto nació de la necesidad de mejorar los cuidados sanitarios. Manuel Pardo, Laura Juguera, Carolina Cánovas y José Manuel Salas fueron los cuatro sanitarios que crearon el Proyecto HURGE, un foro que nació “para trabajar la humanización que a veces falta en las urgencias, emergencias y catástrofes mediante la formación, investigación y comunicación”, nos cuenta José Manuel.
«Es muy importante humanizar los cuidados. El sistema sanitario está muy tecnificado. Y hay que poner en el centro a la persona. Y la persona es la familia, los profesionales sanitarios y la persona que estamos cuidando», recuerda Laura Juguera.
“A veces damos muy por hecho las cosas y creo que una de las partes más bonitas de la humanización es individualizar. Entender que todos somos diferentes. Que, a veces, lo que es importante para una persona no es importante para otros”, añade Manuel Pardo.
El 20 de abril de 2018, durante el I Congreso Internacional de Humanización de Urgencias, José Manuel Salas invita a una ponencia al holandés Kees Veldboer, Presidente de la Fundación Ambulancia del Deseo y conductor de ambulancias. Unos años antes, en 2007, Kees había tomado prestada una ambulancia de su empresa para organizar una ruta por el puerto de Rotterdam al marinero Mario Stefanutto, que por entonces estaba enfermo, sin movilidad y deseaba conocer el puerto de esa ciudad. De la inmensa felicidad que sintió Mario en aquel sencillo paseo nació La Fundación Deseo en Holanda y luego La Ambulancia del Deseo en España.
Hoy la fundación española, con sede en Murcia, cuenta con más de 150 sanitarios voluntarios, dos ambulancias operativas y una nueva en proceso de regularización. Cuenta también con una estructura que se expande con proyectos satélites por toda España. Base operativa en Oviedo, Asturias y abriendo otros convenios en Andalucía.
La vida es lo que pasa entre pequeño y pequeño detalle.
Ana tiene 78 años, se ha pasado toda la vida trabajando en una fábrica de conservas y cuidando a sus padres, con una economía muy apretada que le ha dado para sobrevivir lo justo. Ana es una persona buena, íntegra y muy cariñosa, ahora descansa en una residencia. Allí tiene un nuevo confidente: Antonio, su enfermero cuidador y el albacea de sus memorias. Un día Ana confesó a Antonio que nunca había visto el mar. “¿Trabajabas en una conservera y nunca has visto el mar?”, debió pensar Antonio.
“Esto es un trabajo para La Ambulancia del Deseo”. Antonio rellenó el formulario de su web y a los pocos días recibió una respuesta de la fundación: “Nos vamos con Ana a cumplir su sueño”.
“Vivimos relativamente cerca del mar pero es verdad que hay una generación de personas mayores que en algunas épocas pues no han podido tener esa vida lúdica que tenemos todos de vacaciones y de poder moverse”, explica Manuel Pardo, otro de los fundadores y testigo de aquel deseo.
Foto de Ana bañándose en el Mar Menor. Ambulancia del Deseo.Ana no solo se dejó acariciar por la brisa marina sino que gracias a una silla anfibia suministrada por la fundación pudo darse un baño y sentir el Mar Menor en su piel, como no había hecho antes nunca.
“Después del baño también nos pidió una copita de vino. Y bueno, pues, fue algo muy bonito porque simplemente a veces hay que acercarse a la gente y preguntarles y escucharles”, relata Manuel.
Y es en la escucha donde este proyecto crece y encuentra su propósito, como nos cuenta José Manuel: “Nosotros estamos acostumbrados a escuchar corazones, pero escuchamos el latido, escuchamos si tiene un soplo o una patología. Pero cuando yo me acerco a una persona, yo no solo tengo que intentar escuchar esos latidos y esa patología. Tengo que escuchar por qué está la persona ahí”.
Escuchar corazones para cumplir sus sueños. No puede haber mejor lección de vida.