Payasos Sin Fronteras lleva 26 años acompañando y ofreciendo cultura y humor a niños y niñas refugiadas.
Aaron Lee (Madrid, 1988) es el perfecto ‘violinista en el tejado’, un hombre a caballo entre la tradición y la supervivencia que ha sabido poner armonía a un pentagrama vital distorsionado por el drama. Hoy preside la Fundación Arte que Alimenta para, gracias a la música, ofrecer a otros jóvenes ese espacio de seguridad que él no tuvo.
Pepo Jiménez.
“A los 18 años me echaron de casa por ser gay. Ahí empezó mi gran aventura”, nos suelta sin rodeos al principio de la entrevista. Con esas credenciales se barrunta una adolescencia complicada, pero todo empezó a fraguarse incluso mucho antes. Aaron —de padres inmigrantes, músicos y muy tradicionalistas— nació en el Chamberí más castizo, vivió su infancia en Barcelona y regresó a buscarse la vida en la capital. “Siempre he estado en tierra de nadie. Ni era catalán, ni era madrileño, ni era español del todo, pero tampoco me sentía del todo coreano”, nos confiesa.
Y es, quizás, en ese territorio sin dueño, influido por el mestizaje cultural que enriqueció sus recuerdos, donde Aaron encontró una identidad, un espacio de resiliencia para ocupar y defender con absoluta libertad. “Yo soy el que soy” es el resignado título de su reciente autobiografía, y no es casualidad.
Hambre.
Aaron pasó hambre. Mucha hambre. Desterrado de su hogar familiar por querer amar en libertad hizo de las calles de Madrid su nueva casa, sin más compañía que un violín: “Tuve que aprender lo que cuesta la vida, lo que cuesta ganarse el pan. Aprender que 30 euros es mucho dinero a veces: durante más de un año de aquella crisis era el presupuesto mensual para comer.”
Frío.
Aaron también pasó frío. Después de poner la banda sonora durante un invierno a un público callejero siempre de paso, se presentó a un concurso de violín y lo ganó: “Me permitió pagar la factura del gas y así poder poner la calefacción en casa por primera vez en mucho tiempo, después de año y pico duchándome con agua fría”.
Un frío que no era sólo físico y que venía gélido del pasado. Antes de ser repudiado por su familia, el adolescente introvertido había pasado unos meses encerrado en un monasterio de una pequeña isla entre Corea y Japón por una terapia de conversión ordenada por sus padres que acabó por fabricar un hombre muy calculador a la hora de proyectar sus emociones. “Yo era muy orgulloso en esa época, y ese orgullo me impedía pedir ayuda. Es algo que he tenido que aprender a cambiar”, reflexiona hoy.
Justicia.
Y la vida le ofreció una nueva oportunidad (o acabó por encontrar su verdadero sitio). Aaron consiguió una de las dos plazas entre más de 350 candidatos a la Orquesta Nacional de España y empezó a ganar todo el dinero que nunca había aprendido a gastar: “¿Por qué no usarlo para hacer un bien a todo el mundo? Siguen pasando historias como las que he vivido”, pensó. Y ahí nació, en 2015, un propósito que da sentido a toda su vida, la Fundación Arte que Alimenta.
‘Lo importante es no mirar a la cima del monte (la libertad), sino caminar diez pasos, y luego diez pasos más’, Aaron Lee.
“Empezó como una extensión de mis traumas, de todo lo malo que me pasó: el tema del hambre se transformó en becas comedor para niños; el tema del frío y del no saber dónde dormir se convirtió en refugio para mujeres y para jóvenes del colectivo LGTB”, explica el músico. Este refugio se llamará ‘Silvia Rivera’, en honor a una de las muchas que se enfrentaron a la policía en los disturbios de Stonewall.
Pero la Fundación es también un centro de enseñanza, y un lugar de encuentro de artistas que organizan todo tipo de conciertos benéficos, y un banco de instrumentos para que los niños en riesgo de exclusión tengan una oportunidad de desarrollar sus talentos, sin injerencias.
“Un día, me escribió un chaval de 15-16 años después de ver mi historia. Su caso era muy parecido al mío y ya no soportaba más. Había visto una frase mía: ‘Lo importante es no mirar a la cima del monte (la libertad), sino caminar diez pasos, y luego diez pasos más’. A raíz de eso, el chico me dijo: ‘Voy a darme una oportunidad más’. Para mí, eso es el éxito: el hecho de haber salvado una vida. Eso es la Fundación Arte que Alimenta”.