Un proyecto social para fomentar la convivencia entre culturas a través de la cocina.
Una de cada cuatro personas con discapacidad no encuentra trabajo en España. Vicky Bendito es periodista, activista por los derechos de las personas con discapacidad y es la impulsora de #NoSoyDisminuida, una campaña de firmas para que desaparezca la palabra ‘disminuido’ de la Constitución española.
Pepo Jiménez.
Corría la primavera de 1979, miles de mujeres salían a la calle de Madrid con sus huchas de plástico para pedir donativos para una causa justa. El tono festivo animaba a los transeúntes a participar de una fiesta nacional solidaria con años de solera. En una de las principales calles de la capital, una gigantesca pancarta ponía título a tan insigne acontecimiento: “Día nacional del subnormal”.
Desde los años sesenta hasta bien entrados los ochenta, el 26 de abril se celebraba en España “El día del subnormal”. Los titulares por aquellas fechas solían ser muy reivindicativos: “Los subnormales tienen derecho a ser hombres” o “No a la cirugía estética para niños mongólicos”, pero sin dejar de ofender (a ojos de hoy) resaltando la anomalía y la diferencia. Incluso la Asociación para la Protección de los Subnormales (hoy Plena Inclusión), una entidad que ha hecho un trabajo excelso por las personas con discapacidad, subrayaba por entonces en su nombre aquella anomalía lingüística.
Hoy todo nos parece anacrónico y fuera de lugar, pero por entonces era absolutamente normal. “El lenguaje es muy importante porque verbaliza realidades y también refleja una actitud”, nos confiesa Vicky Bendito, activista por los derechos de las personas con discapacidad y nacida con el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad genética rara que afecta a dos de cada 100.000 nacimientos y que le provocó sordera y problemas de desarrollo en la cara y la mandíbula.
Y esas realidades van cambiando. Nadie se imagina hoy una pancarta o unos titulares como aquellos. Sin embargo, en el documento público normativo más importante que tenemos para regular la convivencia social sigue apareciendo ese tono vejatorio que nos parece tan caduco. El artículo 49 de la Carta Magna española todavía refiere a las personas con discapacidad como ‘disminuidos’, es decir, y según la propia Real Academia de la Lengua, personas “que han perdido fuerzas o aptitudes, o las poseen en grado menor a lo normal”.
Y esto no define a las personas con discapacidad, simplemente las señala y las humilla.
#NoSoyDisminuida.
Uno charla con Vicky Bendito y confirma lo extemporánea que resulta la Constitución. Su energía, su aptitud y sus fortalezas pasan por encima de sus rasgos o debilidades y son las que realmente modelan su personalidad, como en cualquiera. ¿Alguien recuerda a Leonardo Davinci como ‘el disléxico’? ¿O a Borges como ‘el ciego’? Subrayar las carencias por encima de tus capacidades es ridículo e invisibiliza tu potencial y limita tus competencias, para Leonardo, Borges, Vicky o cualquiera: “No es solo la palabra ‘disminuido’: es el concepto, es la idea, es una cuestión de derechos humanos y de dignidad”, nos aclara Vicky.
Y por eso lleva toda una vida luchando por esa dignidad, gracias a una familia que creyó siempre en su potencial: “Cuando yo nací, lo primero que le dijeron a mis padres es que yo era retrasada. Ellos nunca me ocultaron que tenía el síndrome de Treacher Collins y siempre han trabajado para que yo tuviera claro que podía ser lo que me propusiera”.
“Por eso tuve una infancia muy feliz. Pero en la adolescencia, pues me cabreé con la vida”, prosigue Vicky. Una etapa donde cambió el calor familiar por el frío postureo adolescente de un mundo poco dado a regalar escrúpulos. Su cara, el espejo donde te mira toda la sociedad, no transmitía su verdadera energía: “No, no me gustaba vivir, porque el panorama que se me presentaba no era agradable”, confiesa.
Su familia volvió al rescate para darle el último empujón que la puso a salvo: “La autocompasión no es buena”, le dijo un día su padre cuando Vicky coqueteaba con la depresión. “O te quedas aquí, lamentándote, y lamiéndote las heridas y dándote pena a ti misma; o sales ahí fuera y disfrutas de lo que la vida tiene que darte. Está en tu mano”
Y eso hizo.
Abrazar la diferencia.
Vicky pasó de ser una estudiante mediocre a sacarse la carrera de periodismo con buenas notas. De preocuparse por los que le miraban a la cara morbosamente a tomar las riendas de su propia vida sin necesidad de buscar complicidades anónimas: “No cambiaron los problemas, cambió la actitud y eso te ayuda a afrontarlos”, explica.
En ese camino fue muriendo la adolescente conformista y despertando la mujer activista, defendiendo su derecho a poder oír con dignidad, al bucle magnético en las ruedas de prensa, a que la gente vocalice mejor, o incluso a querer cambiar la Constitución: “Queremos que se pongan todas las herramientas para que podamos estar en igualdad de condiciones que el resto, que, a día de hoy, no lo estamos”, defiende.
Pero si hay algo que despierta en Vicky ese espíritu reivindicativo, como periodista, es el lenguaje. No solo para denunciar el que te señala en la diferencia, sino para criticar el que se esconde en eufemismos políticamente correctos. “Vivimos en una sociedad que lo que no le gusta, lo maquilla y le da otro nombre. De repente dicen que somos personas con capacidades diferentes. Por ser sorda yo tengo más complicado ser periodista ¿Pero tengo capacidades diferentes para ejercer el periodismo? No”, afirma tajantemente.
Toda esta lucha le llevó al Parlamento, en noviembre de 2018, para explicar y defender su campaña en Change.org: Soy sorda, no disminuida, aunque lo diga la Constitución, Una recogida de más de 80.000 firmas que ya ha conseguido que se apruebe el anteproyecto de Ley para tramitar el cambio, aunque ahora la ejecución se esté retrasando. “O sea, parece como que la discapacidad siempre puede esperar. ¿Por qué?”, se queja amargamente Vicky: “Pero la campaña seguirá abierta hasta que el cambio del artículo 49 sea una realidad”, termina reafirmando.