¿Te imaginas una pintura ecológica que hiciese el mismo efecto que las hojas de los árboles de un bosque frondoso?
¿Te imaginas a un chaval de 18 años lanzando satélites al espacio? Julián Fernández cumplió un sueño cuando apenas era un adolescente, y de ese sueño ha construido un proyecto de vida. Una empresa tecnológica que trabaja para hacer más accesible el espacio a todos.
Natalia Quiroga.
Pasaron muchas cosas antes y muchas cosas después, pero en la vida de Julián Fernández (Cádiz, 2002) algo empezó a cambiar el día que, con 15 años, tecleó en Internet: “Quiero lanzar un satélite al espacio”.
Apenas tres años después de aquel día, y con 18 años, Julián es fundador y CEO de FOSSA Systems, una empresa tecnológica que se dedica a lanzar picosatélites (pequeños satélites de hasta 1 kg) al espacio para democratizar su uso, ofreciendo una conectividad IoT segura y accesible a zonas rurales en todo el mundo.
De los cuentos infantiles a los manuales de la NASA.
Cuenta que desde muy pequeño se obsesionó con el espacio. Compartía el sueño de muchas niñas y niños, “de mayor quería ser astronauta”, pero Julián fue un poco más allá: en cuanto pudo entrar en Internet y empezar a usar los buscadores, se dedicó a leer tesis de ingeniería aeroespacial y manuales de la NASA. “Investigando y mirando vídeos en YouTube y en otros medios me informé sobre la Estación Espacial Internacional, sobre astronautas como Chris Hadfield y creció una pasión dentro de mí por el espacio en general”, explica.
Con 11 años, empezó la fase de poner en práctica el conocimiento acumulado. Y empezaron a llegar los inventos: un dron, un avión teledirigido, un robot… Con 13 años participó en un programa educativo de Apple en Londres donde presentó un sistema de compostaje que ayudaba a reducir la basura alimentaria.
Estaba ya cerca de teclear la frase que lo cambiaría todo. Por aquel entonces, Julián ya se había marcado el objetivo concreto de lanzar un satélite al espacio, pero sabía que no podría hacerlo solo. “Como ya había utilizado Internet para informarme, decidí también utilizar Internet para crear un equipo; fui al foro online Reddit, expliqué mi idea y se unieron varias personas del mundo para trabajar conmigo en este proyecto”.
Pero en el lanzamiento de cualquier elemento al espacio, el obstáculo más importante no es tanto la distancia, sino el precio. Julián tenía claro, que a menor tamaño, menor coste. “Decidí empezar esa aventura con algo aún más pequeño, que es lanzar ChipSats, satélites de 2 cm de lado, aunque por regulaciones y la situación legal tuve que escalar un poco más grande, a los satélites que lanzamos ahora, que tienen 5 cm de lado y pesan menos de 1 kg”, explica.
Tras diseñar el picosatélite, había que ponerlo en órbita. “Lanzar el satélite costaba entre 25.000 € y 30.000 € y para poder costearlo decidimos lanzar un crowdfunding”, añade. El grupo de jóvenes tecnológicos que había nacido del foro de Internet ya se había constituido como asociación sin ánimo de lucro, eran FOSSA Systems y querían llegar hasta el final.
Con ayuda de las donaciones y con el patrocinio de varias empresas, lograron comprar una pequeña fracción de un cohete que se lanzó desde Nueva Zelanda para poner el satélite en órbita. El FOSSAt-1, con 250 g de peso y una medida de cinco centímetros de lado, fue el primer picosatélite construido y puesto en órbita de España y el tercero del mundo. “Al final fue un esfuerzo conjunto, de mucha gente, tanto a nivel de diseño como de financiación. Trabajamos todos en equipo para cumplir con ese objetivo”, cuenta orgulloso.
Es casi inevitable preguntar a Julián por ese instante en el que comprueba que su satélite pierde contacto con la gravedad. “En el momento del lanzamiento estaba en el Centro de Astronomía de la Agencia Espacial Europea, y es un momento bastante crítico porque no sabes qué puede pasar. El cohete puede explotar, puedes perder años de trabajo, pero cuando despegó el cohete y llegó a despegarse el satélite, ahí sentí que lo había logrado, sentí que había conseguido mi objetivo y era realmente gratificante”. Titubea al contarlo, pero lo que cuenta es tan grande como suena.
El sueño de democratizar el espacio.
Cumplido ese sueño, seguían todos los demás. “El proyecto empezó como respuesta a un problema mío que era el deseo de querer acceder al espacio. Y hubo un momento en el que me di cuenta que ese satélite realmente tenía una función más allá de la mía personal y podía servirle a la sociedad para democratizar el acceso al espacio para todos”.
En la defensa del impacto social de su idea, Julián tiene claras muchas cosas, pero una es especialmente importante para él: el espacio y la posibilidad de ofrecer conectividad IoT no puede ser algo exclusivo para las élites.
En julio de 2020, la asociación FOSSA Systems pasó a convertirse en una empresa en la que hoy trabajan 16 personas con planes de futuro inmediato: “Tenemos varios contratos firmados, varios lanzamientos y esperamos este año poner casi 8 satélites en órbita”, enumera. Con su prototipo, en código abierto y disponible en Internet, quieren llevar conectividad IoT (Internet de las Cosas) a zonas rurales donde existe poca o ninguna cobertura, para que los datos (o bytes), a través de dispositivos de bajo coste y de baja potencia, ayuden a mejorar el rendimiento de actividades como la agricultura y la ganadería, o que incluso ayuden a minimizar los efectos del cambio climático.
Con estos satélites, por ejemplo, un agricultor o ganadero puede recibir datos de temperatura o humedad del terreno, o de constantes vitales de su ganado con sensores IoT, distribuidos por sus propiedades sin cobertura y que los satélites pueden leer de forma remota. Además, y reforzando el objetivo sostenible, estos picosatélites no generan ningún tipo de basura espacial como sus hermanos mayores porque, tras un periodo corto de vida (de dos a tres años), se desintegran al entrar en la atmósfera.
Para financiar su proyecto, a través de sus satélites también ofrecen conectividad dedicada y segura a empresas que lo necesiten. Y como su propuesta surge de la motivación y la búsqueda personal, a Julián le parece importante ayudar a motivar a otros ofreciendo charlas en colegios e institutos y compartiendo kits para replicar satélites, una especie de do it yourself para alcanzar el espacio.
Julián está acostumbrado a que lo comparen con la versión joven de Elon Musk o con Jeff Bezos, pero él ya tiene muy meditada su respuesta: “Lo importante no es que te comparen con ellos, lo importante es que seamos capaces de ayudar a la sociedad y tener un impacto real, hacer cosas que realmente importan en nuestro día a día”.