
¿Y si utilizamos la última tecnología para ayudar a los niños más vulnerables?
Hay derechos que damos por hecho. Salir a tomar algo, apuntarte a una carrera popular o simplemente pasar una tarde con amigos. Pero para muchas personas con discapacidad, disfrutar del tiempo libre sigue siendo un privilegio.
En España, solo el 18% de las instalaciones deportivas son accesibles. Y lo mismo ocurre con muchas propuestas culturales o de ocio, que aún no tienen en cuenta la diversidad funcional en su diseño.
Pero frente a estas limitaciones, también hay iniciativas que miran más allá. Que no esperan a que todo cambie para empezar a hacer las cosas de otra forma. Que construyen comunidad desde lo cotidiano y sobre todo desde el ocio y el tiempo libre, Proyecto Enki es una de ellas.
Nacido en Galicia, Proyecto Enki usa el deporte como excusa para lo verdaderamente importante: crear espacios donde todas las personas, con o sin discapacidad, puedan convivir, competir, reírse y aprender unas de otras. Sin barreras y sin paternalismos.
A través de carreras populares, actividades lúdicas y eventos abiertos a todo el mundo, Enki demuestra que la inclusión real no se consigue solo con rampas se consigue cambiando la mirada. Acercando capacidades. Normalizando la diferencia.
Y no están solos. Iniciativas como la primera guía de ocio nocturno accesible o colectivos ciudadanos que reivindican el ocio como un derecho, están ganando espacio en una conversación necesaria: la del acceso a la diversión, al descanso, a la risa compartida.
Porque el ocio no es solo entretenimiento. Es participación. Es salud. Es identidad y también representación, aspecto importante para la normalización de estas realidades. Cuando negamos ese acceso, estamos dejando a mucha gente fuera de algo tan esencial como vivir con plenitud.
“No es un lujo, es un derecho”, repiten desde los colectivos. Y Enki lo grita con cada evento, cada actividad y cada sonrisa, sin filtros.