¿Te imaginas una pintura ecológica que hiciese el mismo efecto que las hojas de los árboles de un bosque frondoso?
Bordeando los 80 años, Maria Teresa Saperas acabó en la Universidad para montar la que hoy es una pujante empresa de pañales. ADZ Nadons recupera los pañales reutilizables para hacerlos más saludables para el bebé, más económicos para la familia y, sobre todo, más sostenibles para el planeta.
Lucía Martín
Cuando cogió el autobús para ir a la Universidad, a formarse en la facultad de Econòmiques de la Universitat Rovira i Virgili, María Teresa Saperas tenía casi 80 años: “Iba en el autobús al lado de una señora y pedí la parada de la universidad. Y me dice la señora: “Perdone usted, creo que se equivoca, porque el hospital es la otra parada” (risas). Yo le digo: “No, señora, no me he equivocado, voy a la universidad”. Y me miró. Pensaría que iba a buscar allí a algún nieto”, afirma riendo Saperas.
Esta explosión de vitalidad que hoy tiene 90 años, 7 hijos y 16 nietos, dice que las dificultades no le asustan. Y su trayectoria vital es el ejemplo: siempre quiso ser maestra y estudió Magisterio a costa de rogarle a sus padres que le permitieran estudiar. Montó una escuela infantil en su pueblo cuando ya había tenido a cinco de sus hijos, probablemente la primera escuela infantil de Cornudella de Montsant. Después, se hizo voluntaria en Reus y cuando casi bordeaba los 80 años invirtió todos sus ahorros en montar una empresa, ¡qué mayor demostración de que las dificultades no asustan!
Los pañales del futuro han sido diseñados por una bisabuela que no se amilana ante nada: su compañía, ADZ Nadons, que ahora llevan una hija y una nieta, produce pañales reutilizables, económicos para la familia, sanos para el bebé y ecológicos. En realidad, Saperas no ha inventado nada: los que ya peinen canas recordarán que antaño no había pañales desechables sino que todos eran de tela y que solían lavarse a mano (las lavadoras también brillaban por su ausencia).
De todo eso puede hablar Saperas que tuvo siete hijos, muchos de los cuales se criaron con pañales de tela que ella misma cosió: “Hice doce pañales que sirvieron para mis tres primeros hijos. Todo el mundo hacía pañales de tela porque no existían pañales de usar y tirar”, explica.
Ya siendo madre abrió, junto a una amiga, una guardería en la que llegaron a tener 15 niños a su cargo. Sus hijos fueron creciendo y el matrimonio (su marido trabajaba en los Juzgados de Reus) decidió que los chicos tendrían más futuro en una localidad más grande.
Y así llegó a Reus, donde surgió el germen de su negocio. En este municipio empezó a compaginar su trabajo con voluntariado en la organización solidaria Societat Sant Vicenç de Paúl. Fue entonces cuando tomó conciencia de las enormes dificultades de los más humildes para costear pañales: “Venían madres y me pedían dinero para comprar pañales. Y yo les decía: ‘Miren, busquen unos que se puedan lavar porque el dinero que tenemos, que en estas circunstancias siempre es poco, mejor que lo utilicemos para pagar algún recibo o para comida», aclara. ¿Cómo iban a gastar más de 1.000 euros en pañales, las familias vulnerables cuando no podían ni comprar alimentos? Además, estaba la idea de llenar la basura de residuos que tardan siglos en degradarse: cada bebé que usa pañales desechables produce 1 tonelada de residuos, casi nada.
“Esas mismas madres me dijeron después que no encontraron pañales reutilizables. Una tarde me dediqué a buscar por todas las tiendas de Reus. No encontré y, al final, fui a una farmacia. Había un chico muy joven, y le pedí si tenían pañales que se pudieran lavar y me dice: “Señora, que los pañales no se lavan, es imposible”. ¿A mí me van a decir que los pañales no se puedan lavar?”. Con los que yo había lavado. Y me fui así hacia mi casa, pensando en esto, llegué y me puse a hacer un pañal.
Ese primer pañal cosido a mano fue el origen de todo: se lo enseñó a su hija quien le dijo que le hubiera venido muy bien tenerlo para sus propios hijos, y su yerno la animó a patentarlo. Después, llegaría el concurso de ideas y el posterior premio, el Premis Reus a la creación de empresas que la llevó a la facultad.
Y de ahí a los pañales que comercializa hoy, unos coloridos pañales que incluso se pueden personalizar, ha habido mucho tesón, mucho ensayo y error y nunca dejar caer los brazos. Como imaginarán, los pañales de ADZ Nadons nada tienen que ver con los antiguos: “Antes colaba toda la humedad, éstos son completamente impermeables”, detalla. Tienen un diseño moderno y bonito y se pueden lavar en la lavadora con el resto de la ropa del bebé: “Usamos materiales cercanos de aquí. Ahora producen muy bien la tela impermeable aquí en Cataluña. Y también usamos el bambú y lo que es para proteger el absorbente, todo está fabricado aquí cerca”, explica.
El principal prejuicio a vencer es el de pensar que su uso es farragoso (el usar y tirar es facilísimo) y que no hay tiempo para ello: “Se pone como un pañal desechable, los excrementos van en un pañuelito que es biodegradable y va a la basura. Y lo absorbente y el pañal a la lavadora”, aclara Saperas.
Cristina, su hija, añade que su madre es un ejemplo de no rendirse jamás y de tirar para delante a la edad que sea: “En su día le dije que tendríamos que aprender inglés para buscar materiales y tal. Nos bajamos una aplicación y desde entonces, cada día ha estudiado inglés. Y me dice: “Espera, que tengo que estudiar un poquito de inglés hoy”. Y yo, pues dos o tres semanas, lo típico, que lo dejas. Pero ella sigue estudiando, hasta el día de hoy”. Una mujer que no quiere dejar nunca de aprender para tener siempre algo bueno que enseñar y compartir.