¿Te imaginas una pintura ecológica que hiciese el mismo efecto que las hojas de los árboles de un bosque frondoso?
Lidia Nicuesa tiene diabetes desde los 5 años y un fiel compañero que le ayuda en la tarea diaria del control de su enfermedad: su perro Cini. Hoy es gerente de CANEM, un proyecto para cambiar la vida de niños con diabetes y epilepsia gracias al acompañamiento de perros adiestrados para detectar estas enfermedades.
Pepo Jiménez.
A las 4 de la mañana, Fago, un Jack Russell terrier de dos años, se acercó a la habitación de los padres de Marcos, puso sus patas encima de la cama y con la mirada fija en sus rostros lanzó un par de ladridos secos y contundentes para despertarles. El mensaje era claro: su hijo Marcos estaba teniendo una bajada de azúcar que había que atender urgentemente en la habitación de al lado.
“Él me marca cada vez que me sube la glucosa o me baja, y me avisa ladrándome. Y ahí yo ya me tomo el azúcar o me pongo insulina para bajar los niveles”, nos confiesa hoy Marcos, de 13 años, mientras acaricia a Fago entre sus brazos.
Fago, nombre aragonés, pertenece a la camada de la letra F de la cantera de ‘dulces detectores’ de la fundación zaragozana CANEM, un proyecto que prepara, adiestra y facilita a las familias perros de alerta médica para el cuidado de enfermos de diabetes y epilepsia.
“Las noches con diabetes son complicadas. Hay que tener mucho control porque el niño no se da cuenta de lo que está pasando por su cuerpo. Marcos antes de tener a Fago tenía sus miedos. Sobre todo a quedarse solo. Ahora dice: ‘Mamá, podéis ir a hacer la compra tranquilos, que yo me quedo en casa’. Así que, fenomenal”, confiesa orgullosa Sara, la madre de Marcos.
No es magia, es ciencia.
Los perros como amigos y guardianes de nuestra salud existen casi desde su domesticación. Ya hay constancia gráfica en Pompeya (74 a. C.) de frisos y mosaicos que representan a perros acompañando y guiando a personas invidentes.
Su entrada triunfal en la salud activa, aprovechando su excelso sentido del olfato, se produjo durante la Primera Guerra Mundial cuando los canes guiaban a los médicos hasta los soldados heridos bajo los escombros en primera línea de batalla.
Esta habilidad innata ha sido explotada primero en territorio militar y de seguridad (con la detección de explosivos y drogas) y luego en Medicina, con el marcaje de tumores, alergias, diabetes e incluso de la epilepsia. El hombre tiene unos 5 millones de células olfativas en su nariz, el perro alrededor de 250 millones. Ahí se explica todo, o casi todo, porque falta el entrenamiento para que estos héroes de cuatro patas aprendan a comunicar a su humano su maravilloso poder. Y esto lleva mucho tiempo (alrededor de 6 meses), es caro (alrededor de los 5.000€ por cachorro) y no todo el mundo puede tener acceso a un perro como estos, aunque realmente lo necesite.
Cini, un compañero de salud y de vida.
“Tengo diabetes tipo 1, igual que 5,3 millones de españoles. Debutó con cinco años. A esa edad al final lo que tienes es una nueva rutina, que evidentemente no la entiendes”, nos cuenta Lidia Nicuesa, 26 años, psicopedagoga, cocreadora y gerente del proyecto CANEM.
Lidia Nicuesa fue otra de las adolescentes a las que los ladridos de un perro le cambiaría la vida: “Yo tenía pánico a los perros, me daban miedo, pero con diecisiete años tenía muchas ganas también de quedarme los fines de semana a solas”, nos confiesa desde su oficina en CANEM. Y para eso buscó soluciones… y encontró a Paco, que por entonces ya había creado CANEM en su ciudad, pero que estaba solo especializado en adiestramiento de perros de seguridad. Paco se comprometió a trabajar con Cini, uno de los cachorros. A los 6 meses ya estaba en casa con Lidia vigilando sus niveles de isopreno. “Cuando tú encuentras una solución, cuando ves que algo funciona, no te lo puedes quedar solo para ti. Y entonces lo que decidí fue formar parte del equipo de CANEM”, confiesa Lidia. Y así nació el proyecto que iba a ayudar a tantas y tantas familias: La Fundación Canem.
Dos ladridos de Cini interrumpen nuestra conversación con Lidia y Paco. Su postura y mirada lo dicen todo: Acabamos de asistir en directo a uno de los marcajes de este Jack Russell de 9 años. Lidia se echa la mano al cinturón y certifica cómo su medidor de glucosa está empezando a bajar. No hay mejor forma de comprender la valía de este proyecto que ver trabajar in situ a Cini, recompensado inmediatamente con su mejor golosina.
Lidia Nicuesa, Paco y Cini son el alma máter de este proyecto social, pero las familias de acogida, los donantes económicos y sobre todo, los perros que han pasado por esa original escuela configuran lo que ellos llaman ‘La Tribu’. La verdadera fuerza de CANEM es una comunidad que quiere seguir creciendo gracias a la ayuda de todos.
¡Mil ladridos!