Una plataforma de investigación sobre el impacto de nuestro consumo.
¿Sabes cómo se llama la vecina del otro lado del patio? ¿Cuándo fue la última vez que prestaste algo a tu vecino? Si te cuesta responder a estas preguntas quizás necesites ¿Tienes Sal?, una App para recuperar la vida en comunidad.
Pepo Jiménez
La nostalgia por la infancia tiene mucho que ver con la plaza en la que creciste. Uno es lo que es por los partidos de fútbol que vivió en la calle, por los escondites jugados cuando los coches no eran la escala de todo o por los niños y niñas que venían de regalo con ‘la urba’. Y dentro de esa memoria de barrio, de pelotas deshinchadas y de charcos pisados, de lo vivido por cercano, siempre hay un vecino que luego dejó de serlo para ser algo más que amigo y poco menos que familia. A ese vecino o vecina también le conocimos preguntando: “Hola, ¿Tienes sal?”.
Sin embargo, crecemos y muchos nos alejamos de nuestro barrio, y maceramos la nostalgia en los recuerdos allí vividos sin alimentarlos con lo que hoy tenemos al lado. La ciudad crece cada vez más hacia arriba y no a lo ancho, y nosotros nos encerramos en cascarones mientras perdemos ese espacio de juego, de charla y de vida. Nos sale más a cuenta comprar la sal en el pedido semanal mientras en el ascensor ya solo hablamos del tiempo con eternos desconocidos.
Sonia Alonso (Barcelona 1985), es una de esas niñas que compartió peleas de globos de agua con los otros hijos del barrio de Horta, en su Barcelona natal, cuando este era todavía extrarradio, cuando los atascos pillaban lejos y todo se hacía a tiro de paseo, pero sin perder de vista la ventana por donde tus padres te llamaban para recargar fuerzas.
Sonia también abandonó el barrio para irse a estudiar y trabajar fuera, primero unos años a Madrid y luego más de doce a Berlín. Un espíritu independiente que siempre conservó las ganas de recuperar la esencia, de volver a las raíces, allí donde nacen los mejores recuerdos, los amigos para toda la vida, los espacios de ayuda y de confianza: “Al final, si conoces a tus vecinos y a tus vecinas, sabes quién está solo, quién está enfermo, quién puede necesitar ayuda en algún momento”, recuerda.
Estando en Berlín se dio cuenta que no había que ser viejo para volver a esos orígenes, que tejer barrio es un estilo de vida, no una etapa a la que nunca regresas: “En Alemania conocí la red social de vecinos y me pareció muy interesante. Recordé mucho los momentos vividos en la infancia y decidí recuperarlos. Lo hablé con el fundador de la red social alemana Nebenan y, entre los dos, decidimos traer esta idea tan bonita a Barcelona, a Madrid y a Valencia”.
Así nació ¿Tienes Sal?
Una ventana a tu comunidad.
En los pequeños pueblos las puertas de las viviendas están siempre entreabiertas. Cuantas más puertas entreabiertas más grande es la familia y más fuerte es su comunidad. Sonia ha visto en el móvil una puerta abierta que viene a retar a aquellas que hemos cerrado con varios cerrojos y alarmas, un espacio de entrada para volver a crear lazos que rompan con las ciudades verticales, con las cabezas bajas en el ascensor o con las recetas demasiado sosas. No es solo pedir sal, quizás detrás de esos 15 cm del tabique de tu salón hay alguien que comparte tu misma pasión por los trenes, o que quiera deshacerse de un viejo mueble que tú podrías restaurar. ¿Cómo saberlo? Tan cerca, pero tan lejos.
¿Tienes Sal? es un tablón de anuncios, un mercadillo, una plaza de barrio, un cofre lleno de favores del que ya disfrutan más de 160.000 vecinos… “Te registras con tu nombre, apellidos y una dirección y entonces se te asigna tu vecindario. Y una vez dentro, puedes empezar a comunicarte con tus vecinos en un muro donde la gente puede pedir o hacer favores, organizar eventos, mandar mensajes o consultar el mercadillo”, explica su creadora.
Lo que pasa en ¿Tienes Sal? no se queda en ¿Tienes Sal?
Noa (nombre ficticio) es de Nigeria, vive en una pensión en Madrid y el último mes no ha podido pagarla. Llevaba 3 días en la calle cuando un ‘ángel del barrio’ se enteró de su historia. Un anuncio en el muro de la app desencadenó la magia. Noa era una cara reconocible para todo el barrio, pero no así sus problemas. En 48 horas se recaudó todo el dinero para el alquiler del mes. “Para nosotras es importante que lo que pasa en ¿Tienes Sal? no se quede en la pantalla, sino que la sobrepase y llegue a las calles, que es donde se vive en el barrio”, recuerda su creadora.
Y en esas calles pasean Mercè y Rafa mientras rodamos el reportaje, jubilados catalanes que han organizado desde la app un grupo de ‘caminantes’ —como ellos los llaman— para pasear los domingos, charlar y socializar. “Ahora tengo mi grupo de gente, no dependo solo de salir con mis hijos o mi familia. Me siento más independiente», nos recuerda Mercè. Esa misma independencia que tanto añoraba Sonia y que ahora se cultiva, de manera orgánica, en su maravillosa app.
¿Y tú, quieres sal?